27 nov 2011

Naipes

Últimamente, sentía que su vida era como un castillo de naipes. Lo había construido con esmero y dedicación. Pero un buen día empieza a soplar el viento, y lo que creía que aguantaría todo lo que fuera estaba empezando a tambalearse. Tenía que estar alerta por si alguno de los naipes empezaba a sucumbir al viento. Deseó que todo fuera más sencillo, más fácil de arreglar. Que si se caía aquel castillo pudiera volver a levantarlo poco a poco con la misma dedicación que en el pasado; y que todo volviera a ser igual. Pero las cosas no sucedían como ella hubiera querido. Si tan solo un naipe se dejaba vencer por el viento, sabía que todos los demás irían detrás. Y puede que nunca más pudiera volver a recomponerlos.
Sentada al lado de la chimenea, hipnotizada por el movimiento de las llamas, sólo podía sentir el calor en su rostro y dejar que este se llevara lo poco que a esas hora de la noche le rondaba por la cabeza. No quería pensar nada más por esa noche. Quizás, puede que sin quererlo, estuviera empezando a jugar con fuego. Ya sabía lo que se decía: quien juega con fuego, se quema. 
Estaba empezando a notar el fuego demasiado cerca. 

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